Carlos López
Lo de salir corriendo del año que acaba, como alma que lleva el demonio, es algo ya totalmente extendido. La geografía mundial se ha llenado de carreras en este día 31 de diciembre. Las hay muy famosas y de dilatada existencia, como las de Sao Paulo, la más longeva con sus 90 años a la espalda, o la de Vallecas, de 51 años de vida.
La moda, manía o vaya usted a saber qué de correr lo invade todo, ha llenado las ciudades de gente al trote como alternativa a las uvas a la hora de saludar al año que se va y al que se nos echa encima. Aranjuez era una excepción, hasta hace tres años.
El pasado jueves se celebró la tercera cita de la San Silvestre de Aranjuez, carrera que nació con vocación de clandestina. Y no es que sus participantes huyan de nadie. Simplemente se trata de una cita informal, sin dorsales, sin inscripciones, sin línea de salida, ni línea de meta oficial.
Lo único reconocible en esta carrera es la camiseta que cada año se diseña para la ocasión. No es obligatorio tenerla, se la compra aquel que quiere y listos. Este año era blanca.
La cita era a las once de la mañana en las escaleras de San Antonio. Sitio ideal para la foto de familia. Foto al comienzo y foto al final, en la Plaza del Ayuntamiento. Este año los participantes anduvieron en torno a los 125, el doble que el pasado año, tres veces más que en la primera edición.
Cumplido el ceremonial de posar, unos normas básicas para que nadie se desmadre y a correr. Carrera Patrimonio de la Humanidad, si nos atenemos al escenario por el que discurre. Jardín de la Isla, Raso de la Estrella, Jardín del Príncipe. Difícil encontrar un circuito más monumental.
Los primeros corredores llegaron a la puerta del Jardín del Príncipe en menos de 50 minutos. Allí se reagruparon, subieron por la calle Stuart hasta el Ayuntamiento. Foto finish posando con el árbol de navidad a las espaldas y hasta el año próximo.